Excelencias Reverendísimas,
Queridos hermanos y hermanas,
Querido Obispo Jamal,
¡Que el Señor os de la paz!
“Guárdalos en tu nombre, los que me has dado… para que sean uno, como nosotros… para que tengan en sí mismos la plenitud de mi gozo” (Jn 17,11.13).
Este pasaje de la oración sacerdotal de Jesús manifiesta una profunda intimidad entre Jesús y Dios Padre. Intimidad que Jesús quiere que sea también propia de los discípulos. Esa misma unidad que existe entre Jesús y el Padre, esa misma alegría, debe convertirse en la característica de sus discípulos.
Que este sea el punto de partida del ministerio episcopal que estás a punto de empezar, querido Jamal. Tanto el Evangelio elegido por el Obispo Rafic como el que tú has elegido tienen como referencia central para el ministerio, "estar en el mundo" según el lenguaje del evangelista Juan, la necesaria relación íntima con el Señor. Antes de ser enviado, uno es elegido, querido y amado por el Señor.
La palabra episcopus deriva del verbo "mirar desde arriba". No sólo en el sentido de controlar y supervisar, sino también en el sentido de saber mirar la vida de este mundo desde arriba, desde cierta distancia.
El Evangelio elegido por vosotros, en efecto, nos dice que el Pastor no debe ser de este mundo, "porque ellos no son del mundo" (Jn 17,14). No es una invitación a ignorar la realidad de la vida en la que estamos inmersos. Por el contrario, el Pastor está llamado a asumir y orientar todos los asuntos políticos y sociales de su comunidad, así como los religiosos. Un párroco que se encierra en la sacristía y no está atento a la vida cívica de su comunidad, incumple su deber inalienable. Al mismo tiempo, sin embargo, debe llevar a todos a una mirada más amplia sobre la vida civilizada, y enseñarles a mirar la realidad con una mirada libre de condicionamientos humanos, de la lógica de la posesión y del poder, que siempre dividen. En otras palabras, está llamado a construir la comunidad precisamente a partir de esa intimidad personal con la Palabra de la que habla Jesús en el Evangelio de hoy y que debe convertirse también en una característica de la comunidad. Sin esta intimidad con la Palabra de Dios, la medida y el criterio con el que confrontemos la realidad del mundo seguiremos siendo nosotros mismos y la lógica del mundo.
La primera lectura que has elegido recuerda la misma idea. "Te he hecho profeta de las naciones" (Jeremías 1,5). El profeta es parte del pueblo al que pertenece en todo, pero al mismo tiempo también pertenece a Dios, porque es en el nombre de Dios que habla a su pueblo. En cierto sentido el profeta está como suspendido: pertenece al pueblo, pero no totalmente, porque también pertenece a Dios, pero ni siquiera pertenece a Dios totalmente, porque pertenece también a su pueblo. Encomendado a Dios y al pueblo, el profeta nunca pertenece por completo a todos, y está continuamente llamado a crear en sí mismo la unidad entre estas dos instancias: convertirse en portavoz de Dios de la vida de su pueblo, y llevar la voz de Dios al pueblo. Será una soledad, a veces dolorosa y agobiante, pero necesaria, constitutiva del ministerio que vas a comenzar, que sólo la intimidad con el Señor puede colmar. Sólo así tu ministerio podrá ser fecundo en vida nueva para la comunidad.
Que así sea para ti, Jamal. Tu vida ya no te pertenece. Ya no vives para ti: haz que los sacerdotes, los fieles, el mundo que encontrarás, vean en ti a alguien que les ayude a mirar desde arriba, a saber ver su propia realidad de vida a partir no sólo de su dolor y de su sufrimiento, pero con una mirada que incluye la presencia de Dios y de la Iglesia. Tu voz, en efecto, será la voz de la Iglesia y tu rostro será el rostro de la Iglesia. Por tanto, que la parte de la Iglesia que se te ha confiado tenga la voz y el rostro de un profeta, de uno que, aunque inserto de lleno en las fibras más profundas de la sociedad, pertenece todavía a Dios y sabe hablar y actuar sólo en nombre de Dios.
Como todos los demás, también tu estarás "vestido de debilidad" (Hebreos 5,2), y experimentaras a menudo una gran sensación de impotencia. Pero confiando en el Señor, aprenderás a entregar en oración lo que no puedes desatar en el ministerio. Aprenderás a mirar la obediencia desde otro ángulo: no sólo como un pedido recibido de lo alto y para ser observado, sino también como un bien para ser comprendido, como una participación en la misión común. El pasaje de la segunda lectura, "por lo que padeció, aprendió la obediencia" (Hebreos 5,8), adquirirá para ti un nuevo significado. Ya no tendrás que ofrecer solamente sacrificios por los pecados del pueblo (cf. Hebreos 5,1), sino que tú mismo tendrás que convertirte en ofrenda, ofreciéndote diariamente en el sacrificio eucarístico por la vida de tu comunidad.
Permítanme ahora recordarte, como hice también con el Obispo Rafic, algunas de las prioridades de tu ministerio en la región pastoral en la que estas llamado a trabajar. Las indicaciones que di en Nazaret también se aplican a Jordania. Pero a lo que ya se ha dicho, me gustaría añadir lo siguiente.
Jordania es un país grande y una gran parte de la comunidad diocesana se encuentra en Jordania. La responsabilidad que se te ha confiado es, pues, grande. Primero, no confundas Jordania con Amman. Es cierto que en la capital se concentran muchas iniciativas y muchas parroquias. Pero Jordania comienza en Aqaba en el sur y termina en Irbid en el norte. No olvides, por tanto, las zonas más alejadas, que son igualmente importantes.
La proximidad. El párroco está cerca de los sacerdotes y del pueblo. Estar presente es el deber de un pastor. A veces pensamos que si no hay un compromiso específico, una tarea ministerial específica (confirmación, bendición, etc.) no es necesario ir de visita. Pero a menudo lo contrario es cierto. A falta de compromisos ministeriales específicos, queda más tiempo para escuchar y compartir. Estar allí es importante. Es necesaria la presencia sencilla pero atenta que sepa escuchar y orientar. Una de las mayores pobrezas de nuestro tiempo es la soledad. Muchas veces en las familias, en las escuelas, en los lugares de trabajo, se necesita alguien que escuche, que sea un referente. Yo mismo he visto cuánto se espera de alguien que escuche las necesidades y dificultades del pueblo, y también de los sacerdotes. Es difícil, porque la mayoría de las veces no tendrás soluciones que ofrecer y te sentirás impotente. En lugar de hablar y decir, la parte definitoria de tu ministerio será escuchar y estar cerca.
La familia. Hay muchas asociaciones de familias en Jordania, algunas incluso nacidas espontáneamente, y esto es un maravilloso signo del compromiso cristiano por parte de muchos en ese país. Realmente un lindo consuelo. Pero será cada vez más urgente formar y apoyar al entorno familiar de forma más amplia, especialmente en las grandes ciudades. El futuro de nuestra comunidad eclesial está en juego en las familias. Las emergencias económicas, el uso no siempre correcto de los medios de comunicación, los cambios culturales también tienen una gran influencia en nuestro mundo familiar, y requieren de nuestra presencia concreta. Entre las tantas voces y peticiones que llegan, la voz de la Iglesia también puede ser escuchada en las familias, como voz que construye, une, consuela y sostiene.
Educación y escuela. Hay muchas escuelas cristianas en Jordania. Tienen un papel central, que es importante tanto para hacer visible el compromiso de la comunidad cristiana en la sociedad jordana, y en particular en la educación, como para dar a nuestros jóvenes una buena formación cristiana. Como le dije al Obispo Rafic, no estoy seguro si ese es el caso. Pero no hay duda de que es necesario tener una perspectiva clara de las escuelas cristianas para el futuro cercano. Es cierto, que aquí, cuando nacemos somos cristianos de nacimiento. Pero también sabemos que esto no es suficiente. La escuela cristiana y la Iglesia tienen la tarea decisiva de hacerlos cristianos, es decir, de concienciar a nuestros jóvenes de lo que realmente significa ser cristianos y de infundirles el deseo del testimonio cristiano.
Querido Jamal, la Iglesia celebra hoy tu consagración. No sólo Jordania, sino toda la diócesis del Patriarcado Latino de Jerusalén se alegran y se reúnen en torno a ti.
Que María de Nazaret, Virgen y Madre aquí en Belén, te proteja y guarde tu ministerio episcopal. De ella, Mujer de acogida y humildad, aprende también la disponibilidad para servir a los hermanos. Que San José interceda por ti y te conceda ese mismo amor que tiene por la Iglesia de su hijo Jesucristo. Amén
+ Pierbattista Pizzaballa
Patriarca latin de Jerusalén