1 de junio de 2025
VII Domingo del Tiempo de Pascua, Año C
Jn 17, 20-26
Ser uno: esta es la frase que con más frecuencia se repite en el pasaje del Evangelio de este VII domingo de Pascua (Jn 17, 20-26).
Es el último domingo del tiempo pascual, antes de Pentecostés. Y es en este domingo cuando vemos la meta, el fruto maduro del don de Dios que se nos da en la Pascua de Jesús.
Ser uno es ante todo algo que concierne a la vida íntima de Jesús y del Padre: Jesús afirma que Él y el Padre son uno («para que sean uno como nosotros somos uno» - Jn 17,22). Pero ser uno es también lo que Jesús pide para nosotros, su deseo: que todos sean uno (Jn 17,21), tal como sucede desde siempre entre Él y el Padre.
¿Pero qué significa ser uno?
Podríamos decir que se es uno cuando, dentro de una relación, nadie posee nada solo para sí y por sí mismo.
Si leemos los Evangelios, podemos encontrar huellas ocultas de esta unidad profunda.
Encontramos una donde Jesús dice que todo le ha sido dado por su Padre («Todo me lo ha dado mi Padre; nadie conoce al Hijo sino es el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» - Mt 11,27). El Padre tiene la vida, que sin embargo no la guarda solo para sí, sino que la da al Hijo; quien, a su vez, lo devuelve todo al Padre, poniéndolo todo en sus manos (cf. Lc 23,46).
Encontramos otra en la parábola del padre misericordioso, cuando el padre sale al encuentro del hijo mayor para recordarle que lo puede tomar todo, porque todo es también suyo (Lc 15,31). No es solo suyo.
Todo lo que es del padre es también del hijo mayor, y también del hijo menor.
En el momento en que uno piensa que algo es solo suyo, ahí se pierde la unidad, ahí ya no se es solo uno.
La vida de la primera comunidad cristiana, que en estos días de Pascua nos ha sido narrada en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, es un reflejo de este estilo de vida.
Con el Bautismo, uno entra a formar parte de la comunidad cristiana y pone a disposición de todos lo que es y lo que hace ("entre ellos todo era común" - Hch 4,32). No por deber, no por obedecer a una ley, sino por una necesidad del corazón, por una necesidad interior, porque así vive quien ha encontrado al Señor Jesús.
Porque lo contrario de la unidad es la soledad, el no pertenecer a nadie, como el sarmiento que no permanece unido a la vid, se seca y muere (Jn 15,6). Entonces podríamos decir que ser uno solo es posible en la medida en que se tenga un corazón pobre. Cuanto más pobre es uno, más libre está de la necesidad de conservar y poseer, y más experimenta ser uno con todos los demás.
Pues bien, para Jesús esta unidad es lo más hermoso y verdadero que puede suceder en la vida de una persona, es nuestra vocación profunda; es lo que Jesús quiere para nosotros (Jn 17,24).
Nos detenemos en esta voluntad de Jesús, que encontramos en el versículo 24: «Padre, quiero que aquellos que me has dado estén conmigo donde yo estoy, para que contemplen mi gloria, la que tú me has dado, porque me amaste antes de la creación del mundo».
Muchas veces, a lo largo de los relatos de los Evangelios, escuchamos que Jesús no quiere hacer su propia voluntad, sino la del Padre: no quiere nada diferente a lo que quiere el Padre.
Por lo que no quiere un estilo mesiánico diferente al que el Padre le ha confiado, no quiere decir nada distinto de lo que ha escuchado del Padre, no quiere ser eximido de la pasión de hacer la voluntad del Padre...
Aquí, sin embargo, escuchamos que el verbo querer tiene como sujeto al mismo Jesús. Jesús ya no puede renunciar a ser uno con nosotros, y quiere que este vínculo sea eterno, que no termine con su muerte, que nadie se pierda.
Y para que esta voluntad suya pueda cumplirse, Jesús está dispuesto a dar la vida: así nos dará a conocer definitivamente al Padre, el amor con el que el Padre lo ama, el mismo amor con el que Él nos ama: «Y yo les he dado a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos» (Jn 17,26).
+Pierbattista
*Traducción de la Oficina de Medios del Patriarcado Latino