MEDITACIÓN DE S.B. CARDENAL PIERBATTISTA PIZZABALLA
28 de julio de 2024
XVII Domingo del Tiempo Ordinario, año B
Jn 6, 1-15
Escuchar el Evangelio de Marcos, en estos domingos del año B, se detiene ahora unas semanas y nos brinda la oportunidad de saborear con calma el capítulo sexto del Evangelio de Juan, llamado el capítulo del pan.
El pasaje que escuchamos hoy está lleno de referencias y símbolos, en los que nos centramos para llegar al corazón del texto.
La primera referencia nos da la clave de interpretación, el marco del texto, que es evidentemente el Éxodo y, por tanto, la Pascua: Jesús hace un paso, y una gran multitud le sigue (Jn 6,1), exactamente como le sucedió al pueblo de Israel que salió de la tierra de la esclavitud para convertirse en el pueblo del Señor, siguiendo a Moisés, el enviado del Señor.
El versículo 4 nos confirma que la Pascua es precisamente el horizonte de este acontecimiento que el evangelista va a relatar: «La Pascua, la fiesta de los judíos, está cerca» (Jn 6, 4).
Una segunda referencia es la de la montaña (Jn 6,3): es una referencia importante, también vinculada al Éxodo. El pueblo, en su camino a través del desierto, había llegado al Monte Sinaí, y allí Dios había hecho un pacto con ellos, que nunca rompería.
La tercera referencia la da la hierba. Parecería un detalle inútil en la economía de la pieza: ¿qué cambia el hecho de que haya o no haya hierba? Junto a símbolos importantes, como la montaña, el pan, ¿qué puede decir el hecho de que haya hierba?
En realidad, la hierba se refiere a varios pasajes del Primer Testamento, todos ellos relacionados con la abundancia de alimentos y agua: donde hay pastos verdes, hay abundancia de vida. Y Dios nos conduce allí: Él es el buen pastor que conduce a su rebaño a los pastos llenos de hierba (cf. Sal 22).
Por último, está el símbolo central, que es el del pan: incluso en el camino del Éxodo, en un momento dado, se plantea la pregunta por el pan: ¿quién alimentara a toda esa gente en el desierto?
Y Dios había dado el maná, para que el pueblo aprendiera que Dios alimenta la vida, sin olvidarse nunca de hacerlo
Incluso en el pasaje de hoy no hay pan: la multitud es numerosa y hambrienta.
De ahí la pregunta de Jesús, que pregunta a los discípulos dónde pueden comprar pan para alimentar a toda esta gente (Jn 6,5)
Como en el desierto, también aquí será el Señor quien proveerá de pan a la gente en su camino.
Pero con una diferencia fundamental. En el desierto, el pan era maná, que bajaba del cielo y se daba gratuitamente a todos cada día. Bastaba con salir a recogerlo, sin tomar demasiado porque tenían que aprender a confiar en el Dios que es Padre y nos alimenta todos los días.
Aquí el pan no baja del cielo, sino que viene del humilde don de un niño que tiene poco (Jn 6,7), que decide compartirlo con todos. La desproporción es evidente y dice claramente que ese poco de pan nunca podría ser suficiente para todos. Es muy poco, pero también es absolutamente necesario.
El pan que Jesús ofrece a sus discípulos es el pan del compartir y de la fraternidad, que es la vida de los niños.
No se puede comprar en ninguna parte (Jn 6,7), y ninguna cantidad sería suficiente para comprarlo. Pero se obtiene por medio de la fe, que confía al Señor todo lo poco que somos y tenemos, sabiendo que en sus manos se multiplica el don. Sabiendo que cada gesto de amor, por pequeño que sea, es suficiente para alimentar la vida de muchos.
También hay un verbo en el que es importante detenerse, y es el verbo sentarse: se repite dos veces, en el versículo 10, y es un verbo importante, porque abre el pasaje a su verdadera clave de interpretación, que es la eucarística.
Por dos razones.
La primera es que este verbo se utiliza sobre todo para indicar el gesto de sentarse a la mesa. No una sesión cualquiera, sino sentarse para asistir a un banquete. Toda esta multitud, por tanto, representa a todo el pueblo que está llamado a participar en el gran banquete del Reino, el que Dios ofrece a todos los pueblos en lo alto de la montaña (cf. Is 25, 6-10).
No solo eso. Este verbo es el mismo que utiliza el evangelista Juan en el relato de la Última Cena (Jn 13,25), para describir el gesto de Juan que "se apoya" sobre el pecho de Jesús.
El gesto de amor de aquel joven prefigura otro gesto de amor, el de Jesús mismo, que tomará su vida en sus manos, dará gracias al Padre y la partirá por todos.
La pondrá en las manos de sus discípulos para que la distribuyan a todos, de casa en casa, como vimos en el discurso misionero de hace dos domingos.
Porque la multitud siempre es numerosa y hambrienta de vida
+Pierbattista